lunes, 3 de mayo de 2010
Juanra Urrusti
Check it here... http://www.myspace.com/urrusti
miércoles, 14 de abril de 2010
MANIFIESTO ZAPATISTA

Al pueblo de México:
A los pueblos y gobiernos del mundo:
Hermanos:
No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder.
Nosotros nacimos de la noche. En ella vivimos. Moriremos en ella. Pero la luz será mañana para los más, para todos aquellos que hoy lloran la noche, para quienes se niega el día, para quienes es regalo la muerte, para quienes está prohibida la vida. Para todos la luz. Para todos todo. Para nosotros el dolor y la angustia, para nosotros la alegre rebeldía, para nosotros el futuro negado, para nosotros la dignidad insurrecta. Para nosotros nada.
Nuestra lucha es por hacernos escuchar, y el mal gobierno grita soberbia y tapa con cañones sus oídos.
Nuestra lucha es por el hambre, y el mal gobierno regala plomo y papel a los estómagos de nuestros hijos.
Nuestra lucha es por un techo digno, y el mal gobierno destruye nuestra casa y nuestra historia.
Nuestra lucha es por el saber, y el mal gobierno reparte ignorancia y desprecio.
Nuestra lucha es por la tierra, y el mal gobierno ofrece cementerios.
Nuestra lucha es por un trabajo justo y digno, y el mal gobierno compra y vende cuerpos y vergenzas.
Nuestra lucha es por la vida, y el mal gobierno oferta muerte como futuro.
Nuestra lucha es por el respeto a nuestro derecho a gobernar y gobernarnos, y el mal gobierno impone a los más la ley de los menos.
Nuestra lucha es por la libertad para el pensamiento y el caminar, y el mal gobierno pone cárceles y tumbas.
Nuestra lucha es por la justicia, y el mal gobierno se llena de criminales y asesinos.
Nuestra lucha es por la historia, y el mal gobierno propone olvido.
Nuestra lucha es por
Nuestra lucha es por la paz, y el mal gobierno anuncia guerra y destrucción.
Techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia, libertad, justicia y paz. Estas fueron nuestras banderas en la madrugada de 1994. Estas fueron nuestras demandas en la larga noche de los 500 años. Estas son, hoy, nuestras exigencias.
http://www.youtube.com/watch?v=EP9Dv7v4B7Ulunes, 1 de marzo de 2010
Y yo como escribo?

He pasado hora enteras escribiendo, como diria mi papá, a lo wey y resulta que nada me gusta.
Pero, dentro de toda esa mierda que ha podido llegar a formar parte del texto, me doy cuenta de la cantidad enorme que tengo de faltas de ortografia; podria preocuparme porque muchos años fui muy cuidadosa al respecto, además de saber escribir correctamente, pero con el paso del tiempo y el uso excesivo de los perfiles como myspace, facebook, hi5, metroflog, sonico y todas esas mamadas, he optado por hacer lo que todos, abreviar palabras y por supuesto el intercambio de letras que suenan exactamente igual pero que se ven chidas jaja. Que estupidez! nunca crei que diria esto, pero se que no voy a ser una escritora de best sellers asi que, no preocupare por el exceso de faltas ortograficas en mis insipidos y vacios textos, aunque, lo se y bien que lo se, al terminar de escribir esto y postearlo, me pondre a contar la cantidad de faltas, siempre lo hago y no sera esta la excepcion.
En conclusion a este insulso post, aunque diga que me vale madres mis errores gramaticales, me preocupa el hecho de saber que el dia en que mis hijos me pregunten como se escribe correctamente tal o cual palabra, no sabre que decir.
Diria que me voy a poner a estudiar para evitar mis faltas, pero la verdad es que me da una weba excesiva! asi que lo ire posponiendo.
Si alguien quiere contar mis errores, haganlo y diganme cuantos fueron, al fin, me vale madres.
viernes, 11 de septiembre de 2009
EL GATO

Hay un raton en la cocina y siempre que le digo al gato que lo mate, se hace el loco o se tira en el sofa. Dice que no tiene tiempo porque esta muy ocupado, rascandose su panzita y quitandose las pulgas; si un raton supiera bien, Dios no habria inventado el whiskas. Ahora el gato tiene amigos artistas, un ganzo percusionista, un gallito trovador y me entere que el raton, además de ser una molestia es escultor vanguardista. Se desvelan tomando café, fumandose mis cigarros, el gato y su compañia de artistillas renegados. Hace poco más de un mes que el gato escribe canciones, y en la azotea algunas veces lo he escuchado cantando. Le hacen coro los bichitos y las estrellas le aplauden y los perros lo abuchean porque es un mal cantante; tiene cosas que decir, gatitas que le suspiran, y no me deja dormir el gato y su sinfonia. Y por más que yo le digo "chico vas por mal camino frecuentando esos gañanes, patanes, pelafustanes", pone su cara de lindo y me empieza a ronronear; de noche el muy descarado sale otra vez a cantar.
martes, 18 de agosto de 2009
PERRO AMOR
XVI Concurso de Cuento de
Humor Negro 2008, de la
Secretaria de Cultura del Edo.
Escuché una especie de suspiro frente a mí. Ahí, junto a una chimenea que nunca prendía ( entre otras cosas porque no es una verdadera chimenea ) estaba tumbado Monseñor.
Monseñor era un rotwailler negro con café oscuro como todos los de su raza; ladraba, gruñia, tragaba, destruía las pocas plantas del breve jardín delantero de mi casa, orinaba y cagaba como todos los de su especie.
Esa tarde estaba, como imagino que estarían todos los rotwailler de Morelia, tan aburrido como yo mismo. Me miraba con ojos de me da hueva esta pinche vida de lluvias y frío todas las pinches tardes ( en relaidad, Monseñor era un poco exagerado, pero qué le vamos a hacer ).
La llamada que acababa de hacer ( yo, no Monseñor ) era mi ultima esperanza. Pero al parecer, todos mis amigos tenian alguna boda, quince años, reunion familiar o compromisos ineludibles.
Maldita sea, pensé como 30 mil veces esa tarde ( exagero, sólo fueron dos o tres ), ¿ a quien chingados se le ocurre casarse en un día de lluvia y como a tres grados centígrados?
En fin, todo parecía indicar que esa noche la pasaría viendo televisíon. Monseñor volvio a suspirar. Parecía decirme ¿ Te vas a quedar ahí sólo porque ninguno de tus cuates tuvo la decencia de estar libre esta tarde? No, debes salir, enfrentar la tarde. Vete al bar a emborracharte como sólo tú sabes hacerlo.
Me sentí avergonzado ante la mirada de Monseñor. Me levanté, tome mi gabardina y mi gorra de tipo interesante y me dispuse a salir a conquistar a alguna friolenta chica. Al principio, Monseñor me miró con cara de aprobación.
Pero cuando vio que yo tomaba su collar y la cadena su expresión cambió. Lo noté porque soy bien abusado; que yo saliera en esta tarde de perros estaba bien, pero no entraba en sus planes que él me acompañara, por lo que, al parecer, no era en realidad una tarde de perros.
Quiso resistirse, pero no lo permití; Monseñor, le dije, no están mis cuates, pero dime ¿ quien es el mejor amigo del hombre ? Ante un argumento tan contundente y certero no tuvo más remedio que acompañarme.
Debo decir, en honor a Monseñor, que todo el camino de la casa al bar se la pasó gruñendo, que es la forma perruna de mascullar protestas.
Para mí pedi un tequila. Para Monseñor una cerveza en un plato hondo. Jamás lo hubiera pensado de Monseñor; parecía un perro respetable, sin vicios, capaz de autocontrolarse siempre que no pasara frente a él un gato u otro perro. Pero se bebió la cerveza como si la vida le fuera en ello. Ante sus gruñidos y ladridos le pedí otra.
Propuse, titubeando, brindar por ellas ( ya a mdeios chiles a uno siempre le da por brindar por ellas). Salud, dijo, se bebió su cerveza de tres lengüetadas.
Él mismo se pidió la quinta y dejo al mesero sorprendido. En botella, por favor, dijo al mesero. Y como el mesero se quedó estatico comtemplándolo con la boca abierta, lo reprendió: Qué, ¿nunca oíste hablar a un perro? Ándale, mi chavo, que me estoy secando.
El mesero corrió a la barra y platicó con el barman. Poco después llegó con la botella. Gracias, mano, le dijo Monseññor con solemnidad. "Sí", atinó a decir mientras miraba con ojos enormes al perro que, ya completamente desinhibido por el alcohol, tomó la botella con ambas patas y se la llevó a la boca.
Mis sentimientos fueron confusos. Pasaron vertiginosamente de la sorpresa a la euforia por hacerme rico, luego la culpa por querer explotar de esa manera a Monseñor, quien después de todo era mi mejor amigo.
Así, surgió la alegriá por poder conversar con aquel compañero que había demostrado, desde que era un cachorro, verdadera lealtad. Incluso aquella vez que lo castigué injustamente cuando desaparecieron mis pantunflas y creí que el las había destrozado y enterrado, y luego recordé que las había dejado en casa de una mujer ala que preferí no volver a ver.
Me sentía relamente culpable. Lo siento, le dije. ¿El qué?, respondió cortésmente. Lo del otro día. Y le recordé el asunto de las pantunflas. Oh, no te apures, me dijo. Lo bueno es que te deshiciste de esa mujer.
IV
Por supuesto, dijo Monseñor y me cai que tuvo que evitar un aullido. Como Monseñor y yo estabamos frente a frente, de pronto me imaginé en la mayor aventura jamás imaginada... por mí. Dos chicas para un servidor, y todo gracias a Monseñor... Eres un gran amigo, pensé dirigiéndome a él.
¿De verdad hablas? Preguntó una de ellas (la mejor, habrá que decirlo). Preguntame lo que quieras preciosa, respondió Monseñor con acento de galán de televisión. Aunque yo no lo veía, sabía que estaba moviendo el rabo alegremente. Estaba hecho un casanova.
Lo demás está por demás decirlo. Hablamos mucho, chupamos mucho y su servidor se vio obligado a pagar la cuenta de los cuatro. No me arrepiento; hasta ese momento la noche prometía ser maravillosa.
Sin embargo Andrea, la mejor de las dos, parecía tener más que decir y mucho más que escuchar. Interrogaba a Monseñor una y otr vez sobre las mismas cosas, y Monseñor respondía con una paciencia infinita, pero con cierto brillo en los ojos perrunos.
Monseñor acompañaba cada frase con un "muñeca" o un "preciosa" o cualquier otro tipo de palabras, y acercaba su morro a la cara de Andrea y le daba pequeññas lengüetadas a las que ella respondía con una risita divertida o nerviosa, vayan ustedes a saber.
De lo demás ya no sé qué pasó, porque con Anastacia entramos a mi cuarto, cerramos y nos entretuvimos en asuntos que no viene al caso relatar. Luego de mucho tiempo quedamos rendidos y más dormidos que un oso en invierno.
Nos despertó Andrea cuando fue por Anastacia. Apenas pude acompañarlas a la puerta por el sueño y la cruda.
Pero ya con los ojos bien abiertos (exagero, estaba adormilado) comprobé que los martillazos en mi cabeza eran por la cruda, y en el pecho eran provocados por Monseñor que brincaba sobre mí, con la boca abierta en una sonrisa perruna y el rabo frenético.
Vamos, monseñor, le dije, es muy temprano para ir a pasear. ¿Temprano? Replicó. ¿Estas loco? Anda, mi buen amigo, levántate y vamos por un menudo picosito y unas cervezas... Este dolor de cabeza me está matando.
Brinqué de la cama sobresaltado. De manera que no era un sueño, Monseñor hablaba, y correctamente, como un caballero inglés... Bueno, más bien alemán, aunque sin acento... En fin, hablaba como todo un rotwailler muy bien educado (debo decir que me senti orgulloso).
Como pude, porque la cruda era de esás que ya no hay, me vestí (dejé el baño para un mejor momento), me dirigí a la salida con Monseñor pisándome los talones, tome el collar y la cadena y me volví para ponérsela.
Al verme, Monseñor retrodedió alarmado, me miró con reproche y me preguntó ¿qué demonios piensas hacer? Ponerte el collar, dije como agrarrado en falta.
¿Y quién te crees que soy? ¿Un perro? Bueno, la pregunta me desconsertó. Efectivamente, en apariencia era un perro, pero razonaba y hablaba como un hombre. En fin, ante tal disyuntiva mejor opté por quedarme callado, con los brazos colgados, la cadena asida con flojera y los jos pelones.
Deja eso en paz, continuó con tono conciliador y vámonos. Sí, dije sin saber que decía. Abrí la puerta y ya íbamos para afuera cuando pensé que realmente no era una buena idea ir con Monseñor a la fonda, sentarnos a la mesa, pedir un par de menudos y sendas cervezas y ponernos a platicar como buenos cuates luego del reventón.... No, no era buena idea.
Y se lo dije. Al principio se ofendió, me reprochó, me acusó de racista, me recordó que lo castigue sin razón, me reclamó afectar su dignidad, pero terminó comprendiendo que el mundo es ingrato y que si se ponía a platicar corría un verdadero riesgo de ser secuestrado y esclavizado.
VII
En la plática nos tomamos como un cartón y medio de cervezas, y le hubiéramos entrado a más si no fuera porque sono el teléfono. Era Anastacia que acababa de superar la cruda, pero no un trauma por solidaridad; Según ella Monseñor había tratado de propasarse con Andrea.
Pero cómo podría propasasrse un perro que no es del todo perro con alguien. Bueno, creo que podría, pero por lo que me dijo el bueno de Monseñor ella le dio pie... En fin. Creo que el problema es que ella pensó que mi perro era sólo un perro que hablaba, mientras que Monseñor se asumía como un humano con pelos y aspecto extraño, pero humano al fin de cuentas.
Y sólo por ese razonamiento, sólo por reflexionar cómo veía cada uno ese encuentro de la noche anterior (Monseñor afirmó y afirmó que Andrea le acariciaba la panza y el pescuezo con una cachondería y un enamoramiento inimaginable) terminé más pedo que si me hubiera tomado el cartón yo solo.
La verdad es que no la había pasado nada; ella no quería hablar con Monseñor. Le tenía miedo, se tenía miedo a sí misma y... Bueno, ésas son conjeturas; no le quería contestar y ya.
Es increíble lo que un rotwailler respetable puede adelgazar en sólo tres días de no comer. La cosa es que mi buen amigo esta irreconocible: flaco, ojeroso, etcétera (una pasadita por internet me hizo desistir de la frase trillada de Oscar Athié). No caminaba, se arrastraba. Estaba enfermo y pálido de tanto no dormir (o por lo menos así lo habría descrito Acuña).
Así que me vi obligado a hacer de tripas corazón, sacar el tequila, dos caballitos y mirar a mi amigo fijamente para decirle, con toda solemnidad (como el caso lo ameritaba): tenemos que hablar de hombre a hombre.
Yo, desde luego, intenté hacerlo entrar en razón. Le hablé de la amistad y de la vieja frase de que un amigo puede herirte con la verdad etcétera. Luego le dije que creyera lo que quisiera, que al fin a mí no me importaba.
Esas palabras nunca fallan; Monseñor dejó su aire arisco, cerró sus abiertas fauces agresivas y dijo: está bien... Sólo dijo esta bien. Y luego de un rato de silencio agregó: "Igual y tiene miedo".
Yo sentí pena por mi amigo. Ciertamente ella tenía miedo, y mucho. Pero además ella no quería saber nada de un perro enamorado... de ella. Pero sentí mucha lástima por Monseñor, así que le dije una mentira piadosa: Déjala descansar, estoy seguro que después de un tiempo entenderá que el amor de su vida eres tú.
Llegué patinando, abrí la puerta apresuradamente y encontré a Monseñor, o lo que quedaba de él, gimiendo desconsoladamente en un rincón. Ni siquiera me puedo suicidar, dijo cuando me vio. En efecto, junto a él estaba una cuerda, un frasco de plástico lleno de pastillas (afortunadamente no lo pudo abrir; eran purgantes) y una pistola (de diábolos).
Tengo patas de perro, agregó. Yo guardé silencio un momento hasta que me atreví a responder. Monseñor, le dije con acento solemne y mirándolo a los ojos, eres un perro.
En otro momento me hubiera mirado torvamente, me hubiera gruñido y me hubiera mentado la madre, pero estaba tan jodido que gritó con voz de falsete: ¡Soy un hombre en el cuerpo de un perro!
Me quedé callado y con la boca abierta. Eso fue lo que yo llamo un argumento contundente e inobjetable, como en los mejores años del PRI. Decidí que mi deber sagrado era ayudarlo.
Quise llevarlo con una sicóloga, de hecho hablé con una, creo que es usted quien necesita ayuda, me dijo, y estuve a punto de terminar en la casa de la risa. Convencí a un siquiatra de que lo viera, pero llegó a la conclusión de que los tres (él, Monseñor y yo) sufríamos esquizofrenia (él y yo con alucianaciones y monseñor fragmentación de la personalidad).
Conseguí contratar algunas chicas perversas para que lo atendieran, pero él las miró con desden. La única mujer que vale la pena, dijo en un gemido, es Andrea.
Me gasté todos mis ahorros para darle un entierro digno a mi mejor amigo. Andrea, desde luego, fue al velorio y lloró como Magdalena, en el entierro hasta se desmayó. ¡Monseñor, por qué te tenias que morir!, gritaba, y también, ¡Yo te amaba, ¿ahora qué haré yo sola y sin ti?! Sentí más pena por Monseñor que por ella.